domingo, 28 de octubre de 2007

El Crimen Perfecto

"El arte, el único,
el verdadero arte
sólo nos sobrevive matándonos”
Marcello Fanttoll
Ya sabes que al otro lado de la bala voy a estar yo, así que si lo haces, hazlo bien. Y con un gesto íntimo de complicidad final —Nancy Sinatra nos cantaba desde el vinilo “…Bang Bang, my baby shot me down…”— me cerró, uno a uno, los dedos sobre la culata de ébano tallado con incrustaciones de nácar, dibujando con su mano el perfil cromado con el que yo apuntaba devotamente a su pecho. Sonreía y su sonrisa era perfecta,desmaquillada por fin de sus artificios habituales, de esa precisa actuación que engañaba incluso a los que sabíamos que estábamos siendo engañados; a nosotros, su círculo más abyecto de admiradores, que habíamos disfrutado de sus cenas cortesanas donde nuestros sentidos eran colmados con lo exquisito y que culminaban siempre con su voz potente y delirada recitando alguno de sus poemas; a nosotros que nos descifraba los terrores rampantes que acudían a su lecho por las noches; a nosotros que nos cultivó con intenso mimo hasta que uno —yo, fui yo el que, con alegría y exacta disciplina, sujetó contra su pecho la Smith & Wesson que solía guardar bajo su almohada— resultara el escogido que, cumpliendo fielmente el cometido inculcado, consumara finalmente el propósito último de todo cuanto hizo. Por fin sonreía, me sonreía a mí, sin otra intención —en ese momento tan cercano ya al éxito de todos sus planes— que la de abrir la turgente carne de sus labios y ofrecerle a mis pupilas el espectáculo opalino de sus dientes. Cómo sonreía mientras una luna vestal, que las cortinas abiertas de par en par invitaban a asistir como único y circular testigo, arrancaba destellos plateados al cañón, obsceno y evocador, que yo apoyaba sobre su piel de marfil. Ahora, me dijo, libérame de todo y qué mórbido, qué sumiso se ofreció el gatillo contra la yema de mi dedo, hazme inmortal y cerró los párpados mientras me dejaba su sonrisa perfecta, tan desnuda, tan prendida de mis ojos que en la oscuridad de esta celda, mía a fuerza de años, casi,
casi
puedo tocarla.